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Las enfermedades en foco de cara al final de la gruesa

La especialista fitopatología Margarita Sillon estuvo en la Jornada de la Regional Aapresid Rosario para hablar de enfermedades: dónde poner el foco, el rol de las carboxamidas y de los bioestimulantes, fueron algunos de los ejes.

El control de enfermedades foliares en los cultivos de verano es importante aun en años secos, donde además mejora la sanidad para preservar los rendimientos. 

¿Cómo identificarlas? ¿Cómo controlarlas? ¿En qué momento? ¿Con qué productos? Fueron algunas de las preguntas de la Jornada de Aapresid “Un Productor en Acción” (UPA) organizada por la Regional Rosario en Chañar Ladeado, del que participaron referentes fitopatólogos, técnicos, productores y empresas. 

Muchos de los patógenos que atacan cultivos como soja o maíz sobreviven en los suelos. Por eso, ciertas enfermedades policíclicas pueden repetirse en años húmedos y “aparentar” estar ausentes en años secos, y es ahí donde hay que poner especial atención.

 

Royas y Manchas: las vedettes del maíz

Roya Común (Puccinia sorghi) es figurita repetida en la zona central. La especialista fitopatóloga Margarita Sillón (Centro de Sanidad Sillón y Asociados) remarca que este año, las siembras tardías (pensadas como estrategia para escapar del estrés de enero en periodo crítico) se combinó con la escasez de lluvias, generando ambientes predisponentes para su desarrollo. Esta enfermedad no solo limita la fotosíntesis y la removilización de reservas para el llenado de granos, sino que puede incrementar las podredumbres de tallo y raíz llevando a grandes pérdidas por quebrado y vuelco en cosecha. 

En cuanto a manchas, la más famosa es el Tizón del maíz (Exserohilum turcicum). Si bien el patógeno rara vez alcanza la espiga, afecta a las hojas desde abajo hacia arriba provocando su caída y termina reduciendo los rendimientos.

Otras de las patologías que están haciendo ruido en campañas recientes es la Antracnosis del Maíz. Se evidencia con lesiones en la nervadura central de las hojas de forma larga y negra, y luego se va estirando. En esta región se comporta como una podredumbre de raíz y tallo, donde se ven plantas secas aisladas junto con otras verdes, y suele aparecer al final del ciclo con lo cual su control es muy difícil. También están presentes el Golpe Blanco (Fusarium graminearum) y Diplodia que aprovechan el daño de los tizones y las royas para colonizar y generar podredumbres de tallo y raíz con la consecuente pérdida de plantas. A su vez muchos de ellos son los mismos patógenos de las podredumbres de espigas. 

“En maíz hay una interacción muy grande entre estos enemigos y mucho desconocimiento del diagnóstico de nuevas enfermedades por lo que vale la pena sacar muestras y mandar a laboratorio para estar seguros antes de tomar decisiones de aplicación de fungicidas” reflexiona Sillón.

 

Las Podredumbres en soja afloran con los termómetros explotados y las lluvias salpicadas

Se empieza a ver mucho en la zona la Podredumbre Carbonosa de la soja (Macrophomina phaseolina). El hongo está en todos los suelos, es endémico en Argentina y se puede convivir mientras llueva y la temperatura no pase de 35°C. Esta campaña, con los termómetros explotados y la falta de lluvia, fue ideal para que el patógeno busque agua de las raíces de las plantas, las colonice cortando el flujo hacia las hojas y provoque daños hasta la muerte. A veces la acompaña otra de las enfermedades vasculares como la Podredumbre por Rhizoctonia. 

 

Las carboxamidas vienen ganado casilleros en el control químico

La mejor recomendación es siempre el uso de materiales resistentes o tolerantes, la rotación de cultivos y el tratamiento de semillas. Pero cuando la prevalencia e intensidad de la enfermedad es alta, es necesario recurrir al control químico o biológico. 

También es importante ver la película completa de 2 o 3 semanas y no la foto actual del problema, porque son años en los que el comportamiento de los hongos es atípico, y guiarnos por los umbrales de daño económico puede no ser la mejor decisión.

Los triazoles y las estrobilurinas son los fungicidas más utilizados para controlar enfermedades foliares. Conocer su mecanismo de acción permite hacer un uso correcto. En el caso de las manchas de maíz funciona muy bien la doble mezcla de estrobilurina y triazol, aplicadas siempre en estadíos vegetativos y antes de R1 ya que después el control es casi imposible.

Pero en los últimos años el uso de carboxamidas viene en aumento. Las carboxamidas son superadoras dentro de los inhibidores de la respiración debido a su mayor espectro y potencia.

Son activos sistémicos (con movimiento en las plantas) y presentan una mayor especificidad contra los patógenos del grupo de los basidiomicetes como las royas y los carbones. Es necesario aplicarlas siempre en mezclas de dos o más fungicidas del grupo para proporcionar una buena eficacia, y pueden usarse de manera preventiva o en las primeras etapas del desarrollo de la enfermedad. 

 

¿Bioestimulantes versus fungicidas?

Tecnología en auge, los bioestimulantes permiten ampliar el espectro de protección de los cultivos incluso desde antes de la siembra. Su principal función es mejorar la respuesta de las plantas a determinados patógenos.

Son eficientes en el tratamiento de semillas para acelerar la emergencia y pasar rápido el estado de plántula, que naturalmente es más susceptible a patógenos. Los tratamientos foliares funcionan como generadores de defensas en las plantas. Si bien está en estudio el momento óptimo de aplicación, una opción es hacer el bioestimulante junto con el fungicida. La otra, es espaciarlos.

“Lo que tiene que quedar claro es que nunca un bioestimulante debería reemplazar al fungicida porque actúan en lugares distintos. Mucho menos un bio debería hacernos ‘pijotear’ fungicida” hace hincapié la fitopatóloga. Son altamente complementarios ya que uno actúa sobre el hospedante y el otro sobre el patógeno.

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