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Crece la resistencia de las malezas

La mayor preocupación sanitaria para el productor sojero es la creciente resistencia de las malezas al uso de herbicidas. El impacto en el número final comienza a poner una alerta. “Un trabajo de la Estación Obispo Colombres dice que un productor debe invertir más de 60 dólares por hectárea para controlar sorgo de alepo. Eso cambia incluso los precios de arrendamiento: no es lo mismo arrendar un campo que tiene o no tiene sorgo de alepo u otra maleza resistente”, afirmó Daniel Tuesca, de la cátedra de Malezas de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Rosario (UNR).

Según el especialista, para encarar el problema hay distintas estrategias: prevención, reducción y erradicación. “En prevención, es necesario limpiar bien las cosechadoras –que vienen de zonas donde sí está la maleza– antes de entrar en el campo y sembrar semilla fiscalizada. La reducción tiene que ver con la aplicación sistemática de herbicidas, no bien vemos la maleza, sin tener en cuenta umbrales de daño. La erradicación es sacar todo lo que hay en el campo, pero sólo es posible en lotes muy chicos”, comentó.

Más allá de los herbicidas, para Tuesca son claves los factores culturales que tienen que ver con el manejo: cultivos de cobertura, rotación, modificación de las fechas de siembra o el trabajo con la densidad y distancia entre surcos.

“El barbecho nos está preocupando; hay malezas difíciles de controlar durante este período, como la rama negra”, indicó. Sin embargo, no es lo mismo un barbecho con algún cultivo de cobertura que sin nada. “Sin cobertura, las malezas tienen todos los recursos sólo para ellas y van a germinar, terminar el ciclo y producir semillas. Con cobertura, las malezas que están abajo compiten con el cultivo y llegan a octubre-noviembre en menor cantidad y son más fáciles de controlar. Donde da la humedad, sería interesante sembrar un cultivo de cobertura y ver si se llega a la siembra de soja con menos malezas”, recomendó.

Además de la rotación de cultivos, el experto sugirió rotar productos, principios activos. “Con pocas recetas únicas que nos veníamos manejando el éxito no es el mismo. Hay que buscar otros productos existentes y empezar a usarlos en forma más creativa”, sostuvo. Y concluyó que “algunos de los problemas que estamos teniendo ya los tuvimos; tenemos que usar viejas herramientas con otro enfoque”, declaró.

Plagas

El futuro climático es aún incierto. Así, para Daniel Igarzábal, gerente de la empresa de monitoreo Halcón, de Jesús María, en lo que hace a la aparición de plagas habrá que contemplar distintos posibles escenarios, según el clima del invierno a la primavera. En el primero, con demora de la siembra y escasas lluvias para sembrar, podría haber tres plagas con mayor incidencia. “Una es oruga bolillera que, entre R1 y R5 no se ven, pero que significaron, para los que no la trataron en esa época, disminuciones de hasta 10 quintales por hectárea”, apuntó Igarzábal.

El bicho actúa en la primera etapa. Hace que las plantas tengan ramas secundarias que cargan menos y cuando cargan con lluvias tardías caen al suelo y la cosechadora no las puede levantar.

Las otras dos plagas son trips y arañuelas. “Estos dos organismos, uno insecto y el otro, arácnido, hacen cosas bastante parecidas. Pero a la hora de controlarlos hay que hablar de productos diferentes y formas de aplicación distintas”, señaló el empresario.

Si se logra salvar la planta en la primera etapa, una vez en estado vegetativo, el daño podría efectuarse sobre el rendimiento. “En trip medimos entre 7 y 8 quintales de diferencia entre tratar y no tratar en las etapas reproductivas, o sea, en R4/R5”, explicó.

Otro escenario posible es un invierno frío y lluvia en primavera. “Históricamente, han ocurrido dos cosas: orugas o isocas en poblaciones más altas que las normales”, resumió Igarzábal. En el norte de Buenos Aires, sur de Santa Fe y sur de Córdoba, una densidad alta de orugas, en variedades de ciclo corto, es entre 10 y 12 orugas. “Ese número en el norte es una cosa absolutamente distinta, con variedades de grupo 8, porque le sobran las hojas a ese tipo de variedades”, detalló. Si hay heladas importantes en invierno, las orugas “se ordenan”, pero hay una mayor tasa de supervivencia, por lo tanto las poblaciones van a ser más altas.

El otro aspecto a tener en cuenta con primaveras húmedas es la presencia de chinches al final del ciclo.

Cinco especies para combatir

Son cinco las especies de malezas declaradas resistentes: “yuyo colorado (Amaranthus quitensis) resistente al grupo de herbicidas inhibidores de la ALS; sorgo de alepo, capín (Echinochloa) y dos especies de raigrás (Lolium) resistentes al glifosato”, enumeró Daniel Tuesca. “Y están hablando de una digitaria, en la zona de Bandera, en Santiago del Estero, aún no confirmada oficialmente pero con aparentes problemas de control. El NOA, Córdoba y Santa Fe es donde más se extiende el sorgo de alepo y capín.

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